Las negociaciones entre La Libertad Avanza y el PRO, es decir, entre Javier Milei y Mauricio Macri, parecen un juego de alto riesgo. Decir que buscan unirse para terminar con el kirchnerismo suena bien, pero, ¿a qué costo? Cuando se juega con fuego, ya sabemos lo que pasa. Y en política, el que subestima termina pagando caro.
Hoy más que nunca es crucial garantizar los diálogos democráticos y mantener al país en la senda de la recuperación. Las encuestas muestran que, a pesar del feroz ajuste, buena parte de la ciudadanía está respaldando este camino porque confía en un futuro mejor. Sin embargo, esa confianza no es un cheque en blanco. La gente está atenta, cansada de promesas rotas y discursos vacíos. Si no ven resultados concretos, el respaldo puede desaparecer tan rápido como llegó.
La contracara de lo que queremos evitar está en Venezuela, un país secuestrado por un régimen que ha llevado al pueblo al límite. Millones de venezolanos han tenido que abandonar su tierra, dejando atrás familia y sueños, para escapar de la represión, el hambre y la censura. Mientras tanto, el chavismo sigue atornillado al poder, imponiendo su voluntad a fuerza de miedo y violencia. ¿Queremos un destino así? Por supuesto que no. Pero para evitarlo necesitamos que nuestros líderes políticos dejen de lado las ambiciones personales y prioricen los intereses del pueblo.
Mauricio Macri sabe lo que es subestimar a sus oponentes. Lo hizo con Cristina Kirchner y el kirchnerismo, y el resultado fue un regreso al poder que nadie esperaba. Si Milei y Macri no aprenden de los errores del pasado, podrían estar pavimentando el camino para nuevas sorpresas, y no necesariamente agradables.
Unirse no es solo un slogan; es una responsabilidad. Pero no basta con aliarse para sacar a alguien del poder. Hay que trabajar para garantizar cambios profundos que de verdad beneficien a todos los argentinos. Y eso requiere una visión clara, compromisos reales y, sobre todo, empatía por el esfuerzo de millones que han dado mucho para sostener al país en este momento.
Los políticos deben reflexionar: ¿están construyendo un futuro de prosperidad o solo jugando al ajedrez electoral? Y nosotros, como pueblo, también tenemos que ser exigentes. Porque al final del día, de las decisiones que se tomen hoy depende si vamos a vivir en una nación libre, justa y con oportunidades para todos, o si nos quedamos atrapados en los errores del pasado.